Introducción Hijos del dragón I Revelación:
HIJOS DEL DRAGÓN
REVELACIÓN
LUCÍA GONZÁLEZ LAVADO
Proverbio meiriliano.Lo importante de uno mismo es lo que hace cada día por convertirse en una gran persona; lo importante son sus hechos, no sus raíces, ni lo que los que llevan su sangre hicieron. Lo importante son los hechos de cada uno y a donde estos nos llevan.Xiang Chen Li (456-601): Ladrón, hijo de delincuentes, quien con sus poesías y sus consejos se ganó ser la mano derecha del elegido en Draguilia y poder dejar en el olvido su pasado, sus raíces, y empezar desde cero.
Prólogo
Buda, poco antes de morir, hizo llamar a todos los animales que pisaban la tierra, sin olvidar a ninguno; pero solo doce acudieron a su llamada. Unos, tan fieles como lo podía ser el perro, y otros tan odiados, como la serpiente, y así hasta un total de doce. Pero había uno que era diferente, especial, destacaba sobre todos los demás: el dragón. Un ser fuerte, portador de ojos saltones, retorcidos cuernos, piel escamada y una larga y brillante melena que rodeaba parte de su cuerpo. Carecía de alas, pero no por ello era menos especial.
Muchos eran los que veneraban al dragón. Este era bien conocido por su inteligencia, sabiduría y bondad, aunque muchos eran también los rumores que hablaban sobre su furia, y hacían bien en creerlos, porque el dragón podía parecer un ser pacífico, pero si su furia se levantaba nadie escapaba de ella.El universo era tan inmenso como desconocido para todos, con los cientos de galaxias que lo componían, galaxias con vida propia, ilusiones y guerras, como la de Meira, compuesta por cinco planetas, dos soles y cuatro lunas, aunque muchos no sabían si llamar a la cuarta luna de esa manera.
La galaxia de Meira era un lugar remoto y sombrío, maldito, habitado por las guerras. Tenía una luna llamada La Oculta de la que se decía que en realidad no era una luna, sino un planeta ocupado por seres llamados los ocultos, seres que se alimentaban de los desgraciados que se cruzaban en su camino o de los que no estaban protegidos cuando asaltaban los restantes planetas, hecho que solo sucedía cuando su luna ocupaba el oscuro cielo y con las restantes escondidas.La casi tranquila existencia de la humanidad de Meira había llegado a su fin con el nacimiento de un niño: Juraknar.
De ojos violeta, señal de los inmortales, iba también marcado por el poderoso y temido dragón negro, que era parte de él. De este fue quien obtuvo el control sobre las bestias, además de un extraordinario poder. Aunque, incluso para un ser poderoso como él, había cosas que se escapaban a su control. Era hijo de una poderosa bruja negra que con sus propias manos y con sus hechizos derrotó al dragón negro, animal hasta entonces nunca vencido por la mano del hombre, y para celebrar su triunfo se bañó en su sangre, bendiciendo su victoria, y dos meses después, tan solo dos meses, dio a luz un niño, portador de la inmortalidad, quien, para su mala fortuna, se llevó su vida.
Durante siglos el inmortal fue educado por ambiciosos consejeros que le enseñaron a usar su extraordinario poder. Muchos fueron los que se revelaron a tal ser, muchos fueron los que odiaban las sombras y el manto gris que cubría los días, y entre ellos estaban los elegidos, cinco personas de cinco razas diferentes que encontraron el valor para hacer frente a Juraknar, pues era su misión mantener la paz en Meira.Estos elegidos eran diferentes a cuantos existían en cada planeta de la galaxia de Meira. Poseían grandes habilidades y su objetivo era mantener el orden y luchar por la raza humana.
Pero nada pudieron hacer contra Juraknar. El inmortal, a pesar de su corta edad y pobre experiencia, los venció en la batalla, quedando así toda Meira bajo su control.Los dos soles dejaron de bendecir bosques y praderas por deseo del inmortal, quien detestaba el sol e incluso prohibió nombrarlo: quien osara hacerlo sufriría graves consecuencias; se rumoreaba que se vería engullido y desgarrado por un dragón negro que surgiría de la nada.
Con el dominio del inmortal, muchos recuperaron el valor perdido y su valentía al nombrar al innombrable fue recompensado con la aparición del temido dragón negro, que les dio muerte con sus fuertes y despiadadas garras.La humanidad se rebeló y, decididos a acabar con su reinado, se unieron y atacaron la fortaleza de Juraknar, aunque sin ningún éxito. Algunos llegaron a tocar al inmortal e incluso amputaron partes de su cuerpo, pero estas se regeneraron como si de una serpiente mudando la piel se tratara.Se dio por vencida la humanidad y sucumbió a las sombras, aunque aun así había muchos que se aferraban con fuerza a una profecía que hablaba sobre un año muy especial: el año del dragón.
Dicho año dos niños serían bendecidos por el fuerte y bondadoso dragón, el que carecía de alas y al que veneraban por su inteligencia y fortaleza. Su bondad era conocida, al igual que su furia si se despertaba. Los elegidos, los niños nacidos el año del dragón, tendrían la fortaleza suficiente para acabar con el inmortal y su tiempo de desolación, desgracias y pesares.La profecía y La Oculta eran las dos cosas que más temía el inmortal.
Era una luna sobre la que él, famoso inmortal, no tenía control, ni tan siquiera sobre lo que allí habitaba: seres que no lo temían y que incluso habían invadido sus aposentos en plena noche para tragarse su alma maldita, de los cuales consiguió librarse, sin salir impune de la batalla.Cada noche que La Oculta asomaba a sus cielos, un fuerte y numeroso ejército vigilaba su fortaleza. Encontró la solución a un problema, pero no a la profecía; los años del dragón eran los más temidos y ansiaba su finalización y que con la primera luna entrara el nuevo año, el siguiente en la lista: el de la serpiente.Durante años temió la profecía.
Por consejo de sus sabios y ancianos consejeros, en un acto ruin y cobarde, dio muerte a cientos de mujeres encinta. La matanza era llevaba a cabo cada doce años, evitando que aquellos niños nacieran. Pero tal acción con el tiempo se le fue haciendo aburrida, y puesto que no disfrutaba, olvidó a las mujeres.Como los años transcurrían y nunca vio nada del magnífico y supuesto poder, la profecía quedó oculta en un recóndito lugar de su oscura mente. La había leído incontables veces: los niños nacerían con una señal en el cielo. Una señal que él sabía que no se produciría en sus cielos, en sus dominios.
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